jueves, 14 de noviembre de 2013

El Camino Parte Vª


5ª Parte: El principio del fin.

El esfuerzo acumulado comienza a notarse en las piernas, aunque eso no impide madrugar como corresponde para este menester.

La noche en el albergue de Calvor tranquila como ninguna, con pocos compañeros de habitación y pocos ruidos. Decido esperarme a los primeros rayos de sol y recorro los 5 km. que me separan de Sarria, la última gran población que concede el acceso a la compostela y que en consecuencia hace que muchos peregrinos decidan tomar como principio de su viaje.

La visita a Sarria lleva más tiempo de lo esperado y durante toda la etapa arrastro un gran retraso. No obstante, entretenerse en la visita de Sarria es una buena idea debido a sus bonitas calles e históricos monumentos. Empieza aquí realmente la etapa de la que hablan las guias con destino a Portomarín.

Ya en este punto los pies no caminan como debieran y el dolor y cansancio en las piernas y articulaciones comienza a aparecer. Primer tramo hasta Barbadelos muy bonito y fácil de andar. A partir de aquí el camino es más pesado. Aparece el hito del Km. 100 (hasta Santiago), el cual es motivo de culto y fotografías para los peregrinos.

Séndas de subidas y de bajadas que cruzan alguna que otra aldea nos llevan hasta Ferreiros. La fatiga acumulada me hacen pensar en Portomarín ''el deseado''. El bajo ritmo de avance me obliga a comer en Mercadouro un típico menú del peregrino para reponer fuerzas.

Quedaba hora y media de pronunciadísimas bajadas que hacen doler las rodillas, reduciendo más, si cabe, el avance. Todo es sufrimiento hasta encontrarme con el puente que cruza el Miño y lleva directo a Portomarín (el deseado).

Llegada, ducha y a disfrutar de este hermoso pueblo. Próxima etapa, menos Km. más dureza.


Alborada en Sarria.
 
 

Cruceiro, niebla y cielo.
 
 

Monasterio de las afueras.
 
 

Camino del ferrocarril.
 
 

El Árbol de los deseos.
 
 

 Hórreo gallego.


Portomarín al otro lado del Miño.
 
 
El hielo que oprimía mi corazón se deshizo en suspiro y lágrimas. Dante Alighieri